Autor(es): E. H. Gombrich
Resumen: El título en alemán que escogí para la versión original de este artículo fue Zeit, Zahl und Zeichen (“Tiempo, número y signo”). Esta forma aliterativa seguía el ejemplo de Nelson Goodman, otro ponente de la conferencia, que llamó a su exposición Words, Worlds and Works (“Palabras, mundos y obras”), en un juego eufónico que quise emular. Si hubiera escrito el artículo originalmente en inglés, lo habría titulado Nature, Norms and Numbers (“Naturaleza, normas y números”). Claro está que este simple artificio verbal no me permite reivindicarme como poeta. Pero comparte con la poesía la virtud de haber sido creado a partir de donnés de lenguaje, es decir, de un sistema vigente de signos. En un empeño semejante, el signo afecta por sí mismo al significado, o al pensamiento que se quiere transmitir, de modo que, como suele suceder, el lenguaje no sólo refleja un pensamiento original, sino que también estimula otros nuevos. Difícilmente podría, pues, negar que el título aliterativo que con tanto esfuerzo arranqué del alemán, no haya influido en mis planes e intenciones. Este título me sugirió la idea de no hablar en sentido genérico de la relación de Cassirer con el arte, para tomar como motivo principal la oportunidad que me brindaba el centenario de su nacimiento. Se traslucía, además, que este tema permitiría tender un puente con el arte. Para que, siguiendo a Jakob Burckhardt, las conmemoraciones festivas muestren la transición desde la vida al arte. Si el motivo de la celebración fuera, digamos, el centenario del nacimiento de Ernst Cassirer, estaríamos midiendo el tiempo pasado según el número de años transcurridos, y asignaríamos a este número el valor “100”. Obviamente, los años individuales (las unidades que hemos contado) son hechos naturales, y su cantidad describe, asimismo, un suceso objetivo. Sin embargo, el signo y el sistema de símbolos que usamos para nuestra propia comprensión proceden de nuestro lenguaje y de nuestra cultura. Los griegos atribuían lo primero a la physis, o “naturaleza”, y lo segundo a la thesis, o “convención”. Sin una periodicidad natural o sin la aptitud humana de percibir la repetición en la naturaleza seríamos incapaces de comprender el paso del tiempo. La elección del periodo, ya sean latidos cardíacos, días, fases de la Luna o estaciones, depende de cada cultura, y no resulta menos convencional que la designación del número. Y por fundamental que pueda ser esta diferencia entre un suceso natural y la creación humana, no debemos exagerarla. Después de todo, las convenciones están también fuertemente arraigadas en los hechos naturales, en la naturaleza del hombre. Nuestro sistema de recuento no es una excepción. Se deriva simplemente del hecho de que tenemos diez dedos en las manos, que usamos para contar por su comodidad. Incluso el hecho de que 100 sea 10 veces 10 no es, en última instancia sino una consecuencia de la limitación de nuestras mentes. Una criatura con poder ilimitado de invención y capacidad absoluta de recordar probablemente prescindiría de este sistema.