Autor(es): José Abel Ramos Soriano
Resumen: Como se sabe, en la metrópoli la labor editorial estuvo bajo el control de la Corono desde 1502, en la época de los reyes católicos. Más tarde, Felipe II confió esta tarea al Consejo de Castilla y, a partir del siglo XVIII, es el Juez de Imprenta quien otorga las licencias para imprimir. Para el control de la circulación de las obras ya publicadas, fuesen realizadas de manera clandestina, o consideradas peligrosas después de su aparición, o aún editadas en el extranjero, la vigilancia fue ejercida sobre todo por la Iglesia a través del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, el cual estaba estrechamente subordinado a la Corona. La vigilancia real sobre la edición y la circulación de los escritos se ejercía a través de la promulgación constante de medidas de control: impuestos sobre el papel para imprimir, sobre la edición, etcétera.