Autor(es): David Carbajal
Resumen: La veneración de las imágenes ha constituido tal vez una de las prácticas más antiguas y controvertidas en la historia del cristianismo. Práctica cuyos fundamentos escriturarios son, cuando menos, débiles, se constituyó ya en fuente de querellas en el primer milenio de la cristiandad. Ya entonces el esfuerzo de los teólogos por establecer una explicación coherente de su legitimidad y de las circunstancias válidas de su veneración contrastaban con la multiplicidad de sus usos. Como lo ha mostrado, entre otros, Hans Belting, ya desde sus orígenes —en los siglo IV al VI— las imágenes estaban ahí no tanto como “objetos de contemplación religiosa”, sino sobre todo para “llenar los vacíos que se presentaban en el ámbito social”. Recursos fundamentalmente prácticos, las imágenes tenían lo mismo el poder de aliviar a los fieles de las enfermedades que de conceder la victoria a los emperadores en sus campañas; sobre todo, eran fundamentos del “patriotismo cívico”, símbolos indispensables de la comunidad urbana.